El Venerable y la música.

A nadie se le escapa que nuestro Venerable vivió tiempos difíciles. Recién acabada la transición, los ochenta empezaron a caminar a trancas y barrancas entre inestabilidades políticas, botes de humo y libertades que se iban estrenando poco a poco. Y claro, el Arte siempre ha seguido a los tiempos. La música también cambió y si pocos años antes en Londres tenían sus iconos, aquí Txarli se iba constituyendo en todo un referente por su actitud provocadora y macarra. La pérfida Albión tenía a Johnny Rotten, nosotros teníamos a Txarli. Johnny tocaba los cojones al establishment, Txarli era el contrapunto libertario a una Pamplona casposilla y conservadora. Así que no estaría de más asegurar que el Venerable era el auténtico icono -consciente o inconscientemente- de toda una generación que empezaba a tomar la calle, los teatros, los escenarios... Llegamos aquí al punto de tener que reconocer a nuestro Txarli como ese arquetipo rockero al que todos admiramos: heterodoxo, ácrata, con actitud.


Txarli, rock and roll attitude.





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