Querido Txarli.-


No sé cómo empezar esta carta. Tanto tiempo sin ti... tantos recuerdos... Aun a riesgo de caer en el tópico supongo que debo comenzar por decirte que por aquí la Vida sigue igual. Tu querida ciudad, que tan ingrata ha sido contigo, permanece  mojigata, aburrida, provinciana. Pero qué te voy a contar a ti, que sufriste la incomprensión de tus conciudadanos. Ni una estatua en tu honor, ni una mísera plaquita en la Taconera reconociendo tu labor, tu saber hacer, tu actitud vital. Porque al final se trata de eso, de la actitud que nos demostraste tener ante la Vida, ante el encierro en esa jaula maldita como metáfora de una ciudad que no dejaba ni deja respirar. Todavía tenemos tantas cosas que aprender de tu legado. Nunca se acaba tu ejemplo, tu forma de contemplar el mundo. Porque tú sufriste duras críticas: unos te odiaban porque robabas sus gafas de un tirón traicionero, a otros les tirabas del pelo con muy mala leche aunque las más de las veces pasabas de los curiosos, esos gilipollas al otro lado de los hierros. Sólo actuabas cuando te tocaban los cojones, y con razón, querido Txarli. Y claro, luego está el tema de las pajillas, siempre meneándotela a la vista de niños y grandes para escándalo de los biempensantes de esta ciudad. En fin, todos sabemos que hay puntos oscuros en tu Vida, por ejemplo, en el misterio de tu desaparición repentina. Bueno Txarli, me estoy emocionando... En definitiva nos gustaría que estas humildes líneas sirvieran para que sepas que algunos de nosotros  no te olvidamos... estés donde estés, amigo Txarli. 

Tu heterodoxia libertaria guía nuestros pasos.











El Venerable y la música.

A nadie se le escapa que nuestro Venerable vivió tiempos difíciles. Recién acabada la transición, los ochenta empezaron a caminar a trancas y barrancas entre inestabilidades políticas, botes de humo y libertades que se iban estrenando poco a poco. Y claro, el Arte siempre ha seguido a los tiempos. La música también cambió y si pocos años antes en Londres tenían sus iconos, aquí Txarli se iba constituyendo en todo un referente por su actitud provocadora y macarra. La pérfida Albión tenía a Johnny Rotten, nosotros teníamos a Txarli. Johnny tocaba los cojones al establishment, Txarli era el contrapunto libertario a una Pamplona casposilla y conservadora. Así que no estaría de más asegurar que el Venerable era el auténtico icono -consciente o inconscientemente- de toda una generación que empezaba a tomar la calle, los teatros, los escenarios... Llegamos aquí al punto de tener que reconocer a nuestro Txarli como ese arquetipo rockero al que todos admiramos: heterodoxo, ácrata, con actitud.


Txarli, rock and roll attitude.